Cuando fracasamos ¿Somos capaces de levantarnos y seguir?
La frustración es la vivencia desagradable que nos genera sentimientos de tristeza, enfado e impotencia al ver que no somos capaces de conseguir un objetivo que para nosotros es importante.
La tolerancia a la frustración es una habilidad psicológica que necesita de un aprendizaje y práctica para poder desarrollarse. Pero, ¿de qué depende que seamos más o menos tolerantes a la frustración? Son numerosos los factores que pueden llegar a influir:
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Cada niño tiene un temperamento y carácter específico, por lo que cada uno tendrá un umbral de sensibilidad determinado.
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Una educación basada en las emociones. El autoconocimiento es un pilar básico que debe trabajarse para poder crecer y convertirnos en adultos sanos.
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El clima familiar. La interacción que se produce en el día a día entre los progenitores y sus hijos es crucial para conseguir que estos aprendan a tolerar la frustración. Debemos alejarnos de los extremos, ni padres autoritarios que generan en los pequeños una frustración continua, ni padres permisivos que complacen todas las peticiones; la clave está en buscar el punto medio.
Es común que los niños con baja tolerancia a la frustración sean impacientes, impulsivos y exigentes, que necesiten satisfacer sus necesidades inmediatamente. Tengan estallidos de ira, pérdida de control y llanto. Sean egocéntricos, que no toleren los límites impuestos ya que los viven como una amenaza contra sus deseos. Eviten enfrentarse a nuevos retos ya que ello supone mostrar sus propias limitaciones.
Por supuesto que no es una tarea fácil el aprender a tolerar la frustración, en muchas ocasiones incluso puede llegar a ser doloroso, pero lo que sí está claro es que es una de las habilidades necesarias para la vida ya que está demostrado que las personas con alta tolerancia a la frustración tienen una mejor adaptación psicológica, laboral y social.
8 pautas para trabajar la tolerancia a la frustración en los niños:
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Eres su modelo. El primer paso que debes saber es que una gran parte del conocimiento que van adquiriendo los niños es a través de la observación, por ello es importante que seas un buen ejemplo a la hora de resolver los problemas cotidianos.
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Tu pequeño tiene emociones. Enseña a tu hijo a identificar y etiquetar sus propias emociones. ¿Qué sientes cuándo te enfadas y ¿Cuándo estás contento? ¿Qué sensación te produce? Esto le permitirá ir conociendo su propio mundo interior para que posteriormente aprenda a controlar y manejar de una manera eficaz sus sentimientos y emociones.
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No le permitas todo. Esfuerzo, esfuerzo y esfuerzo. Éste debe ser su lema de vida. Debe crecer sabiendo que todo tiene un precio y si quiere algo debe luchar por ello. Aprenderá a buscar caminos alternativos ante dificultades que le pondrá la vida, pues resistirá ante los momentos más difíciles sin rendirse.
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Dótale de herramientas. Enseña a tu hijo a relajarse en los momentos de máxima tensión. Por ejemplo, con técnicas de desactivación fisiológica o con la técnica de la tortuga.
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Sé fuerte. No cedas bajo ningún concepto ante sus rabietas ya que sino cada vez irán a más. Es necesario poner límites en la educación de los niños, y que sepan que la palabra “NO” también existe. Si el pequeño aprende que llorando le será concedido su deseo no tendrá ningún reparo de llorar y llorar hasta que lo consiga. En psicología lo llamamos refuerzo negativo. Una forma de lidiar con esto es “ignorando” la rabieta o aplicando la estrategia psicológica del “tiempo fuera”.
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Aprende de cada error. “Después de la tormenta siempre llegar la calma”. Después de una rabieta es momento de parar y de reflexionar conjuntamente qué ha ocurrido, cómo se puede llegar a evitar y qué se debe hacer en esas situaciones, de esta forma podrá sacar un aprendizaje constructivo ante su rabieta y será capaz de manejar una situación futura similar.
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Apúntale a un deporte individual. Los profesionales de la salud no se cansan de repetir ”el deporte da años de vida extra”, pero es que también les inculca muchos valores extra-deportivos, como saber ganar y perder, la constancia, la disciplina, etc. Así deportes como el ajedrez, las artes marciales o el tenis son escuelas de vida.
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Dale la mano. No le dejes sólo ante este desafío, enseña y ayuda a tu pequeño el aprendizaje de esta habilidad. Márcale pequeños retos diarios, refuérzale ante pequeños logros conseguidos y enséñale a pedir ayuda en el momento oportuno (primero debe ser él quien busque una solución).
Texto de :www.smartick.es